Estuvieron en la iglesia parroquial de San Fermín, rezaron con recogimiento, comulgaron y, al final, veneraron y besaron devotamente la efigie del arcángel San Miguel de Aralar, que por primera vez en la historia visitaba Madrid. Ese fue el motivo de que acudieran, el pasado 26 de enero, hasta la sede madrileña de la Real Congregación: acompañar al arcángel navarro en su visita a San Fermín, calificada unánimemente de “histórica”. Allí se encontraban, en primera fila, en el lado del evangelio, estos dos fieles muy especiales: se trata de Su Alteza Imperial y Real, Archiduque de Austria y príncipe de Hungría y de Bohemia, Maximiliano de Habsburgo, y de su esposa, la archiduquesa Maya, descendiente de una de las familias más ilustres de Irak: su bisabuelo fue primer ministro con el Rey Faysal.

Aunque se presencia pasó inadvertida para los Medios de Comunicación, por tratarse de un acontecimiento relativo a su esfera personal e íntima, sí fueron reconocidos por parte de algunos asistentes a la ceremonia, que se acercaron a saludarles al margen de la rigidez de todo protocolo. Todos fueron atendidos con la amabilidad que caracteriza a Sus Altezas.

Actualmente, el Archiduqe de Austria tiene fijada su residencia familiar en Madrid y centra su trabajo y desvelos en su obra más querida: la Fundación Recal, que se dedica al cuidado y reinserción de personas alcohólicas o drogodependientes y en situación de exclusión social.

En las imágenes puede apreciarse a SS.AA. siguiendo con atención la celebración de la Eucaristía (a la izquierda del lector) . Posteriormente veneraron la efigie del que ha sido llamado “el más navarro de los arcángeles”, que contiene un lignum crucis (una pequeña astilla de la cruz en el murió Nuestro Señor). Y ya en la sacristía, junto al Arzobispo de Pamplona, monseñor Francisco Pérez, el Viceprefecto de la Real Congregación, Amalio de Marichalar y Sáenz de Tejada, Conde de Ripalda, y el periodista navarro Julio Ayesa.